Hemos salido todos del agua y . . . ¡¡¡vivos!!!
Supongo que las versiones de cada uno diferirán bastante, porque creo que vivimos la experiencia desde distinta perspectiva.
Ahí va la mía.
El hotelito con mucho encanto. Cuando llegamos los primeros hubo un poco de caos con las habitaciones -a mí me tocaba dormir con Mosca, el perro-, pero lo gestionaron tan rápido que no nos dimos ni cuenta. Las comidas estupendas, eso sí carnívoras, muy carnívoras.
El viernes por la noche Pep, BUSSEING PALLARS nos dio unos dosieres para que fuésemos leyendo un poquillo y hacernos a la idea. El sábado al llegar al lago nos dio más detalles sobre la inmersión y comenzamos a montar los equipos. ¿Cómo es posible que fallen todos los equipos?. Fuga que te fuga regulador tras regulador, es lo que tiene bucear en altura con esas temperaturas, que a nuestros reguladores les gusta más el caribe que los Pirineos. Pero unos pequeños ajustes, Pep nos dejó un par de reguladores y por fin al agua. Fresca no es que estuviese, estaba muyyyyy fría.
Bajo el agua continuaron los problemas con los reguladores de hecho se agravaron. Yo prácticamente comencé a bucear directamente con el octopus; el regulador de Pep, nuestro guía, entró en flujo continuo, hasta el punto de tener que cerrar la grifería y tirar de las reservas de Constan y Jesús; Anais, guía y mi compañera de buceo, también a fugar, pero era ya el final de la inmersión y aguantó.
¿Y la inmersión?. Pues curiosa, evidentemente el fondo y la vegetación son diferentes con lo cual vas descubriendo nuevas formas. La visibilidad no fue mucha, adoptamos una disposición en flecha > para el buceo, el guía al frente, dos parejas detrás de él, situadas a izquierda y derecha y la otra pareja (la mía) cerrando el grupo en tercera fila, pues la visibilidad se limitaba a ver el conjunto del grupo.
El lago (represa) está ubicado en un antiguo paso de montaña para los lugareños, así que nos encontramos con 2 cruceros, si no nos llegan a contar que nos los íbamos a encontrar podíamos haber pensado que eran tumbas. Llegamos a meternos bajo el hielo -la mitad del lago estaba helado-, pero he de confesar que yo no me enteré, creo que para entonces me dolían tanto los dedos del frío que no estaba para contemplaciones.
La inmersión duró más de 40 minutos, que para la temperatura a la que estaba el agua, 1°C, más que suficiente. Según cuentan los no buceadores todos salimos con muy mala cara, a mí se me caían las lágrimas ¡¡qué dolor de manos!!. Las chicas me tuvieron que quitar todo el equipo porque no podía mover las manos.
¿Repetir? Pues yo creo que repetiremos, igual en septiembre que el agua habrá subido unos graditos más y nos permita hacer la ruta de los lagos, nos han prometido visibilidad de 60 metros, eso es mucho.
No hemos visitado el crentro de buceo, porque nos vinieron a buscar al hotel y de allí directos a bucear. El sábado después de la inmersión, se llevaron los equipos y ellos se ocuparon de secarlos y volverlos a montar en sus respectivas cajas por si queríamos repetir el domingo. Algunos querían repetir, pero un poco de cordura y amanecer nevados hizo que la inmersión del domingo quedara abortada. Pero aprovechamos para dar un paseo, los peques jugar con la nieve y hacer hambre para la comilona que nos esperaba como colofón final.
Joven ayudante y futuro buceador
Pep ha resultado ser todo un personaje. Se nota que le gusta el buceo, y que disfruta con su trabajo.
Para mí ha sido un placer y una gran experiencia este fin de semana.